“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23).

 

Mientras esperaba junto a mi hija en el pasillo de la escuela a la que yo había asistido, contemplé algunas fotos de los primeros días de existencia del campus de la misma. Una de esas fotos fue tomada en el cuarto en que se halla ubicada la caldera, probablemente alrededor de los años ’30. En la foto se ven varios hombres de pie junto a esta maquinaria, de manera obvia posando en su lugar de trabajo. Podían ser estudiantes o parte del grupo de maestros. Pero, lo que llamó mi atención fue una       frase que, colgada a su lado en la pared, decía, “Mantente fresco”.

En aquellos días, “Mantente fresco” era equivalente a decir “Se cómo Jesús; muestra el espíritu de Cristo”. Esta equivalencia entre aquellas sofocantes condiciones de trabajo y las palabras en la pared llegaron a intrigarme.

Esto me recordó que en cada generación los hijos de Dios son llamados de una manera desafiante, incómoda, aún antinatural, a soportar condiciones extremas. Y allí, Dios nos llama a ser como Jesús, a mantenernos frescos en el horno de la aflicción. Y nos promete que si nosotros escogemos mantener esa actitud, Él nos dará el poder para resistir esos tiempos difíciles.

La entrega obediente de nuestra voluntad a Dios crea en nuestro interior lo que se hará evidente en nuestro exterior. El “fruto” producido en una vida llena del Espíritu produce cualidades supernaturales para situaciones antinaturales y extremas. “Mansedumbre (también gentileza o dulzura de espíritu) y templanza” son dos de las nueve cualidades mencionadas en Gálatas 5.

Entera santificación es ambas cosas, un llamado y una cura. Nosotros cooperamos con Dios por medio de nuestra diaria obediencia. No caemos simplemente, o llegamos por inercia a tener el espíritu de Cristo; necesitamos dar pasos diariamente para vivir en la sabiduría y control del Espíritu; así Él trabaja en nosotros, día a día, en los momentos en que nuestra vida pasa por el horno de la aflicción.

Aquellos trabajadores, rodeados por estas exigentes y abrasadoras circunstancias, estaban aprendiendo esta lección. Y la foto en la pared nos recuerda que, donde sea y cuando sea, las condiciones vividas elevan altamente la temperatura de nuestras vidas y estas situaciones son esenciales para continuar siendo educados en una vida santa a imagen de Cristo.

Mantengámonos frescos, con un espíritu agradable… aun en medio del horno.

 

Por: Valorie Quensberry es madre, escritora, músico y esposa de pastor.