“Santificaré mi gran nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas. Y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová, el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos” (Ezequiel 36:23)

La santidad se manifiesta en un ambiente de devoción absoluta. Dios no tolera la adoración a ídolos. Un ídolo es cualquier cosa que se interponga entre nosotros y Dios, cualquier cosa que le dispute al Creador ocupar el primer lugar en nuestras vidas.

Dios hará todo lo posible para que nos apartemos de los ídolos y nos volvamos hacia Él. Esto puede ocasionarnos persecución o dolorosos reveses, algo que nos despertará a la realidad y nos llevará al arrepentimiento. Esto es lo que Dios hizo con los hijos de Israel al enviarlos cautivos al exilio. ¿Por qué? Ellos avergonzaron su nombre con una conducta profana. Dios quería que ellos fueran un modelo de santidad para todos los pueblos del mundo, pero ellos, en lugar de esto, hicieron que las naciones despreciaran el nombre de Dios. Él, por esta causa, les estaba trayendo de regreso al altar del arrepentimiento.

Dios hizo todo lo necesario para limpiar su santo nombre. El Señor debe tener un pueblo santo que le adora y le sirve únicamente a Él. El mundo debe ver por medio nuestro que Jehová es Dios, que es soberano absoluta y santo. Él manifiesta su santidad por medio de nuestra santidad. Dios nos eliminará todos los ídolos de nuestra vida y nos limpiará de toda impureza. Él pondrá en nosotros un nuevo corazón. Pondrá su Espíritu en nosotros. El hará posible que podamos amarlo a Él y a su ley con un corazón puro, sin divisiones.

Dr. Louie E. Bustle, Presidente de Legado de Santidad

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