«¡Que la paz sea con ustedes!»

Este es uno de los saludos más comunes entre los cristianos de todo el mundo. Muchos de nosotros hemos tenido el privilegio de estar con la familia cristiana alrededor del mundo, y hemos sido recibidos con el saludo cristiano que sin duda alguna es el más conocido de generación en generación.

«Pace», dicen en Italia.

«Mir Vam» es el saludo de la iglesia en Rusia.

«A Paz do Senhor» es cómo se saludan los cristianos en Brasil.

«La paz sea con ustedes» es el saludo de muchas iglesias en América del Norte.

Esta es una hermosa manera de saludarnos porque nos identifica a todos como seguidores del Cristo resucitado. Este es el primer saludo que los discípulos recibieron de Cristo el primer Domingo de Resurrección, y la iglesia ha transmitido fielmente este saludo de generación en generación como testimonio y garantía de que el Cristo resucitado es nuestra fuente de paz verdadera.

El Evangelio de Juan nos cuenta la historia del evento que acuñó este saludo familiar (Juan 20: 19-22). Jesús acababa de resucitar. Sus discípulos estaban juntos, haciendo lo que hacen las personas normales cuando enfrentan miedo y amenazas. Estaban aislados, reunidos en un grupo de apoyo, y bajo llave por miedo a los judíos. Los discípulos tenían todas las razones para sentirse amenazados y con temor. Las mismas personas que habían matado a su Señor y Maestro hace solo unos días, ahora amenazaban con aniquilar a Sus seguidores.

Sin embargo, el Señor interrumpió la falsa sensación de seguridad de los discípulos y la reemplazó por esa sensación de paz permanente y reconfortante que solo Él puede dar. Los discípulos pensaron que estaban a salvo de la amenaza porque estaban completamente aislados, apoyándose mutuamente al estar juntos y bajo llave para que nadie pudiera encontrarlos y lastimarlos. Se sentían seguros y protegidos.

Sin embargo, en medio de lo que sentían que era la forma más segura de evitar cualquier amenaza, el Señor apareció de repente y los estremeció con un mensaje curiosamente relajante: «¡La paz sea con ustedes!»

¿Qué tipo de saludo es ese? Irrumpir en el lugar donde pensaban que estaban completamente seguros y de alguna manera les hizo saber que incluso el mecanismo humano más seguro solo ofrece una sensación temporal, si no falsa, de seguridad. Lo que Jesús hizo fue exactamente lo que había prometido. Iba a reemplazar cualquier dispositivo humano que proporcionara seguridad temporal con una paz divina, permanente y verdadera: su paz eterna.

Este es el poder de la resurrección. La presencia de Jesús les proporcionó paz, gozo y la seguridad de su Espíritu.

¡Qué gran recordatorio es para nosotros en tiempos como el presente! Muchos de nosotros estamos aislados, ya sea por elección o por orden de las autoridades locales. Hemos encontrado formas de apoyarnos mutuamente para no sentirnos solos en esta pandemia, y la mayoría de nosotros hemos encontrado mecanismos para «encerrarnos» para mantenernos seguros y saludables. Todas estas cosas son absolutamente necesarias. Todas estas cosas nos ayudarán a mantener la amenaza de la pandemia bajo control.

Sin embargo, hay algo más grande que cualquier sentido humano de seguridad, incluso en medio de una pandemia, y esa es la paz absoluta del Señor. El Señor está dispuesto y puede cruzar nuestro frágil sentido humano de seguridad y reemplazarlo con «Su paz que sobrepasa todo entendimiento». El poder de su resurrección nos da gozo durante el recorrido. Su Espíritu nos da el poder de mirar más allá de cualquier situación espantosa.

A medida que viajamos juntos desde la Resurrección hasta el Pentecostés, aún recordamos el poder de la resurrección, y estamos juntos en un período de expectativa. Sí, esperamos el final de esta pandemia mundial con esperanza y seguridad. Sin embargo, esperamos algo aún más grande y mejor. Esperamos que su Espíritu Santo venga y bendiga a su Iglesia.

¡La paz sea con ustedes!

Gracia y paz para todos,

Junta de Superintendentes Generales

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