Escrito por: Reverenda Marta González, Pastora de la Iglesia del Nazareno Dominguito, Arecibo, y Superintendente del Distrito Puerto Rico Oeste.

De todas las cosas que hablamos sobre Pentecostés, esto “Lenguas de fuego sobre la cabeza de todos” es lo que nos parece más raro. La Palabra de Dios dice que: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…” Hechos 2: 1-4, RVR 1960

El regalo de Dios prometido por Jesucristo antes de ascender a los cielos, hizo su aparición de forma extraordinaria en medio de la congregación de los discípulos. Y para evidencia de todos los presentes, además del ruido y del viento fuerte que penetró en la habitación, se veía sobre cada uno de los discípulos una llama de fuego sobre de su cabeza. Este detalle y otros del evento de Pentecostés siempre me han llamado mucho la atención, pero ¿qué tiene que ver con nosotros hoy?

El derramamiento de su Espíritu Santo fue un regalo prometido. Cuando yo hago un regalo identifico algo que a la persona le agrada o que lo necesita, y lo confecciono yo misma, o lo compro con mi dinero, pero Dios no. Sus regalos a nosotros han sido su propia persona que se hace presente en nuestras vidas. Dios se da a sí mismo, viene como siervo y derrama su vida sobre cada uno. Su manifestación ha sido evidente.

El regalo se veía como fuego. Yo no le puedo regalar fuego a nadie, pero Dios sí, qué maravilloso ¡El fuego de su Espíritu es purificador! La ley era para santificar, Jesús vino a consumar la obra de santidad y su Espíritu como fuego en nuestro interior la va a administrar para que tengamos corazones puros, así como él es puro. En Pentecostés, ellos se vieron, literalmente con lenguas de fuego cada uno sobre sus cabezas, como escribió Malaquías que el día del Señor sería «como fuego purificador, y como jabón de lavadores.» Malaquías 3:2. El Espíritu Santo viene como fuego en baño purificador a santificar nuestras vidas ¿con qué propósito?, capacitarnos en santidad, poder, gracia, y verdad para que a tiempo y fuera de tiempo podamos compartir las buenas nuevas en medio de un mundo en caos. Eran como lenguas de fuego, para que con denuedo hablemos sus Palabras, ¡pero más que eso! que sus Palabras se traduzcan en acciones concretas.

Es hora de que se levanten discípulos con fuego sobre ellos. Discípulos de entrega viva, de servicio dedicado a todos. Que tengan la llama del Espíritu encendida para alcanzar al necesitado, al abandonado, y marginado ¿Por quién nos estamos entregando? ¿Estamos impactando gente con el mensaje amoroso y santo del Maestro? Al darles calor con el fuego de su amor encarnamos a Jesús y les damos la vida. La obra de Dios ha de ser manifiesta. Que se vean las lenguas de fuego sobre nuestras cabezas.

Dios los llene de su fuego santificador.