Por: Rvda. Dra. Ivelisse Valentín Vera

“Nuestra comida siempre será la misma, pero la forma en que la presentamos tiene que cambiar con la cultura, si queremos que esta generación la pruebe”.[1] McDonalds

Muchas de las cosas que eran importantes para nosotros en nuestra adolescencia ya no son importantes para la mayoría de nuestros jóvenes. Las dinámicas, conferencias, películas e historias que se hacían a los adolescentes de nuestra época ya no tienen pertinencia para ellos. Los asuntos existenciales sin embargo siguen siendo los mismos, ¿quién soy? ¿adónde voy? Durante el proceso de búsqueda de respuestas el adolescente de hace 40 años tenía como autoridad a sus padres, maestros, religiosos y personas de su entorno inmediato como única alternativa de fuente de sabiduría y orientación. Las influencias externas eran menores y podían estar mejor controladas por los adultos. Hoy, el efecto de la era digital nos ubica en un mundo de amplias posibilidades, de información de carácter inmediato que estimula nuestros sentidos y nuestra sed de respuestas.

La iglesia se enfrenta ante el reto de una generación “ICE”—Internet y Celular. Una generación que tiene las puertas abiertas al alcance de la mano en cualquier lugar, con la oportunidad de corroborar información y recibir la respuesta a las preguntas que no se atreve a hacer a sus padres o pastores. Mientras las preguntas existenciales continúan siendo las mismas, los medios de acercamiento ya no pueden ser los mismos; y en muchos casos las respuestas también tienen que ser revaluadas. Los lentes exegéticos para interpretar los textos bíblicos deben ampliarse a la sociología, la antropología y la psicología, entre otros.

Trabajar efectivamente con generaciones emergentes nos reta a estudiar la postmodernidad desde un proceso de “kenosis”, de vaciamiento de mitos y pre-juicios para poder adentrarnos en una nueva manera de concebir, pensar y de reaccionar a las interrogantes de la vida. Las generaciones emergentes se han tornado hacia diferentes acercamientos a la espiritualidad para interpretar los cambios culturales y encontrar respuesta a sus preguntas, sin embargo, han dado la espalda a la religión institucionalizada.

Ante estos dramáticos cambios, ¿cuáles son nuestras alternativas? Mi propuesta para poder ministrar a una generación digital es la siguiente:

  • Fomentar las relaciones, aunque esto signifique que los padres, madres y líderes religiosos tengan que entrar en el uso de nuevos medios de comunicación.
  • Promover la experiencia con Dios, no el conocimiento de Dios, desde la duda y las preguntas, no desde los presupuestos doctrinales como absolutos. Promover a Dios como una experiencia y fomentar esa experiencia, aunque sea fuera del entorno eclesial les dará la oportunidad de encontrar a Dios en medio de todo lo creado, en la naturaleza, en las relaciones con sus pares, con su familia y en sociedad. Desmitificar lo profano. Nada es profano, todo es creación Divina. Nosotros convertimos los espacios en profanos cuando por nuestros actos apartamos a Dios de su creación. De esta manera la iglesia no será un lugar exclusivo, sino una ampliación de mi experiencia con Dios, pero ahora en comunidad con otros que piensan como yo.

Desde una comprensión más amplia de la realidad de estos jóvenes podremos abrir espacio a una nueva manera de hacer ministerio que nos permita llegar al corazón de las personas desde su verdadera necesidad y no desde lo que nosotros creemos. Dios siempre se ha acercado al ser humano desde su propio nivel de comprensión: “Con muchas parábolas como estas les exponía la palabra, CONFORME A LO QUE PODÍAN COMPRENDER” (Mc 4:33). Es por esto que nuestro llamado debe ser a cambiar el envase, pero no el contenido.

            [1] Children’s Ministry in the 21st Century. (Colorado: Group Publishing, 2007), Pag. 44.