Isaías 44:3-4 (RVR 1960) Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos; y brotarán entre hierba, como sauces junto a las riberas de las aguas”.

Primero: tenemos que entender como padres que la promesa de Dios es real para usted, para esta generación y para su descendencia. “Mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”, esto tienes que creerlo y enseñarlo a tus hijos, para que ellos lo afirmen en sus vidas. Para aprender esto primero debemos darle a conocer al Dios que está detrás de esta promesa, el poderoso y eterno Dios que sigue haciendo milagros y maravillas en este tiempo, que envió a su hijo Jesucristo para salvación nuestra y nos hizo hijos de Dios. Esto hará que en medio de todo lo malo, tus hijos crezcan firmes y fuertes, estarán siempre a la orilla del agua de vida de Dios. Debemos llevarlos a conocer a Cristo, el que murió por nuestros pecados y por su obra de gracia podemos acercarnos con confianza a Dios. Se debe trabajar para que nuestros hijos tengan la convicción de que son hijos de Dios, formados para hacer buenas obras.

Segundo: debemos dedicar tiempo a los hijos para ayudarlos, para establecer un vinculo familiar de amor, apoyo y confianza. Esto le sostendrá, cuando sea atraído por el pecado del mundo.

Tercero: hable de su familia, puede que no sea la mejor, pero es su raíz, hable de cuando era niño, hable de lo espera de ellos como hijos, como los ve, manifieste que confía en ellos, en sus capacidades y habilidades. Muéstrese orgulloso de ellos y de lo que hacen, reconozca y estimule sus áreas buenas, lo bueno quita lo malo, hágales sentirse orgullosos de su familia, de su nombre y sus orígenes, esto les da identidad y respeto por los padres. Hable de Cristo como su esperanza de gloria.

Cuarto: enséñeles que todos venimos a cumplir una misión y que esta es grande, que debemos dejar un legado para nuestras próximas generaciones. Mantenga un buen nivel de comunicación, presencia y dirección con sus hijos, dispuesto primero a oír, y más lento para hablar, y mucho más lento para enojarse (Santiago 1:19). Cuando escuchamos conscientemente y con respeto a nuestros hijos, los podemos comprender, sin criticar, ni descalificar, esto permite conocerlos mejor.

Quinto: conozca a sus compañeros y amigos, de esta manera podrá entender en qué circulo se mueve.

Sexto: no de sermone por todo, lea la Biblia en un momento adecuado, unos versículos diarios es mejor que una predicación extensa. Tenga fe, la Palabra tiene poder para cambiar, enseñar y dirigir.

Así ayudará a esta generación emergente.

Que Dios le ayude en todo lo que emprendas hoy.

Dr. Miguel e Irene Garita

Ministerio Cuidado Familiar, Iglesia del Nazareno, Región Mesoamérica