Somos un “pueblo enviado” que responde al llamado de Cristo y es capacitado por el Espíritu Santo para ir al mundo, a testificar del señorío de Cristo y participar con Dios en la edificación de la iglesia y la extensión de su reino (Mateo 28:19-20; 2 Corintios 6:1).

Somos un “pueblo enviado” que responde al llamado de Cristo y es capacitado por el Espíritu Santo para ir al mundo, a testificar del señorío de Cristo y participar con Dios en la edificación de la iglesia y la extensión de su reino (Mateo 28:19-20; 2 Corintios 6:1).

Nuestra misión (a) comienza con la adoración, (b) ministra al mundo por medio del evangelismo y la adoración, (c) anima a los creyentes a alcanzar la madurez cristiana por medio del discipulado, y (d) prepara a mujeres y hombres para el servicio cristiano mediante la educación cristiana superior.

A. Nuestra misión de adoración
La misión de la Iglesia en el mundo comienza en la adoración. A medida que nos reunimos delante de Dios en adoración —cantando, escuchando la lectura pública de la Biblia, dando nuestros diezmos y ofrendas, orando, escuchando la Palabra predicada, bautizando y participando en la santa cena—, sabemos más claramente lo que significa ser el pueblo de Dios. Nuestra convicción de que la obra de Dios en el mundo se logra principalmente a través de congregaciones que adoran, nos lleva a entender que nuestra misión incluye recibir nuevos miembros en el compañerismo de la iglesia, y la organización de nuevas congregaciones que adoren.

La adoración es la expresión más alta de nuestro amor a Dios. Cuando nuestra adoración está centrada en Dios, honramos a Aquel que nos redime en su gracia y misericordia. El contexto primario de la adoración es la iglesia local donde el pueblo de Dios se reúne, no en una experiencia centrada en sí misma o para la auto-glorificación, sino como entrega y ofrecimiento propio. La adoración es la iglesia en servicio de amor y obediencia a Dios.

La adoración es el primer privilegio y la primera responsabilidad del pueblo de Dios. Es la reunión del pueblo del pacto delante de Dios en la proclamación y celebración de quien Él es, lo que ha hecho y lo que promete hacer.

La iglesia local en adoración está en el centro de nuestra identidad. La Iglesia del Nazareno está compuesta esencialmente por congregaciones locales que adoran, y es por medio de la congregación local que nuestra misión es cumplida. La misión de la iglesia encuentra su propósito y orientación en la adoración. Es por medio de la predicación de la Palabra, la participación en los sacramentos, la lectura pública de las Escrituras, el cantar himnos y coros, la oración congregacional, y el dar nuestros diezmos y ofrendas que conocemos más claramente lo que significa ser el pueblo de Dios. Es por medio de la adoración que entendemos más claramente lo que significa participar con Dios en su obra de redención.

B. Nuestra misión de compasión y evangelismo
Como pueblo consagrado a Dios, compartimos su amor por los perdidos y su compasión por los pobres y afligidos. El Gran Mandamiento (Mateo 22:36-40) y la Gran Comisión (Mateo 28:19-20) nos impulsan a involucrarnos en el mundo a través del evangelismo, la compasión y la justicia. Para este fin, nos hemos comprometido a invitar a las personas a la fe, a cuidar de los necesitados, a oponernos a la injusticia y apoyar al oprimido, a proteger y preservar los recursos de la creación de Dios, e incluir en nuestro compañerismo a todo aquel que invoque el nombre del Señor.

Por medio de esta misión, la iglesia demuestra el amor de Dios en el mundo. La historia de la Biblia es la historia de Dios reconciliando al mundo consigo mismo, finalmente a través de Cristo Jesús (2 Corintios 5:16-21). La iglesia es enviada al mundo para participar con Dios en este ministerio de amor y reconciliación por medio del evangelismo, la compasión y la justicia.

Tanto la gran comisión como el gran mandamiento son vitales para entender nuestra misión. Son dos expresiones de una sola misión; dos dimensiones del mensaje único del evangelio. Jesús, quien nos dirige a “amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” y a “amar a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37), también nos dice “vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20).

Siendo que toda persona ha sido creada a imagen de Dios, lo cual les da valor, la misión de la Iglesia en el mundo se extiende a toda la humanidad. Es nuestra misión amar y valorar a toda persona tal y como son amadas y valoradas por Dios, quien busca llevarlos a la paz, la justicia y la salvación de su pecado por medio de Cristo. Es nuestra misión tener compasión por los necesitados y cuidar de ellos. Es nuestra misión oponernos a sistemas sociales y políticas que desprecian o debilitan a la gente.

La misión de la Iglesia se extiende a la totalidad de la persona. Dios nos ha creado como personas holísticas y es nuestra misión ser ministros del amor de Dios a las personas de forma holística – incluyendo su cuerpo, alma y espíritu. Nuestra misión de evangelismo, compasión y justicia es una misión integrada que atiende a las necesidades físicas, emocionales y espirituales de las personas.

La misión de la Iglesia en el mundo se extiende a toda la humanidad porque Jesucristo vino al mundo para salvar a todo aquel que invocare su nombre. Como pueblo de Dios, es nuestro privilegio y responsabilidad compartir las buenas nuevas del evangelio con todo aquel que esté dispuesto a escuchar. Sea por medio de servicios públicos o evangelismo de persona a persona, nos apasiona aprovechar cada oportunidad para invitar a las personas a tener fe en Jesucristo.

La misión de la Iglesia en el mundo se extiende a todas las personas porque el Espíritu Santo en Pentecostés fue derramado sobre toda la humanidad (Hechos 2). Nuestra misión es presentar el evangelio de salvación por medio de Jesucristo a todas las personas del mundo. El Espíritu nos da poder para salir al mundo proclamando el Reino y participando con Dios en expandir la Iglesia.

Es con un espíritu de esperanza y optimismo que nos involucramos en el mundo con esta misión dada por Dios. Es más que una expresión de preocupación o esfuerzo humano. Nuestra misión es una respuesta al llamado de Dios. Es nuestra participación con Dios en la misión reconciliadora del Reino. Es el fiel testimonio y la expresión de la Iglesia del amor de Dios en el mundo a través del evangelismo, la compasión y la justicia. Es nuestra fe en la capacidad de Dios de transformar con gracia las vidas quebrantadas por el pecado y restaurarlos a su propia imagen.

C. Nuestra misión de discipulado
Nos hemos comprometido a ser —e invitamos a otros a convertirse en— discípulos de Jesús. Con esto en mente, nos comprometemos a proveer los medios (escuela dominical, estudios bíblicos, grupos pequeños para la rendición de cuentas, etc.), a través de los cuales se anima a los creyentes a crecer en su comprensión de la fe cristiana y en su relación unos con otros y para con Dios. Entendemos que el discipulado incluye que nos sometamos a obedecer a Dios y a las disciplinas de la fe. Creemos que debemos ayudarnos unos a otros a practicar la vida de santidad a través del apoyo mutuo, el compañerismo cristiano, y la mutua rendición de cuentas en amor. Wesley dijo: “Dios nos ha unido para fortalecernos las manos los unos a los otros”.

El discipulado cristiano es un estilo de vida. Es el proceso de aprender cómo quiere Dios que vivamos en el mundo. A medida que aprendemos a vivir en obediencia a la Palabra de Dios, en sumisión a las disciplinas de la fe, y en mutua responsabilidad unos con otros, comenzamos a entender el verdadero gozo de la vida disciplinada y el significado cristiano de la libertad. El discipulado no es un esfuerzo meramente humano; no es el sometimiento a reglas y reglamentos. Es el medio a través del cual el Espíritu Santo nos lleva gradualmente a la madurez en Cristo. A través del discipulado llegamos a ser un pueblo con carácter cristiano. La meta final del discipulado es ser transformados a la semejanza de Jesucristo (2 Corintios 3:18).

A través del estudio y la meditación en las Escrituras, los cristianos descubren fuentes de refrigerio en cada valle seco de su discipulado. Vigorizado por el lavado de la Palabra, refinado por la inmersión en la Palabra y tomando profundamente las verdades de la Palabra, los discípulos descubren con felicidad que están siendo “transformados mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:2). El caminar cristiano se les revela como un camino alto y abierto. Llenos de valentía por parte de Dios, ellos van mas allá de si mismos para entregar sus vidas al servicio de los demás.

Afirmamos el valor vivificante que tienen las disciplinas espirituales clásicas para la capacitación de hombres y mujeres como discípulos de Cristo. Las disciplinas de la oración y ayuno, la adoración, el estudio privado, el servicio, y la simplicidad son a su vez expresiones naturales y compromisos intencionales en la vida del creyente.

El discipulado requiere apoyo mutuo y la rendición de cuentas. Somos pocos los que desarrollaremos las disciplinas espirituales que nos llevan a la madurez cristiana por nuestra cuenta. Creemos que debemos animarnos en el apoyo mutuo por medio de clases de escuela dominical, grupos de discipulado, grupos de estudio Bíblico, reuniones de oración, grupos para la rendición de cuentas, y relaciones de mentoría cristiana, los cuales son necesarios para nuestra formación y madurez espiritual. Reconocer el rol de la rendición de cuentas en la reuniones de clases wesleyanas nos anima a abogar por su lugar en la vida de la congregación cristiana contemporánea.

D. Nuestra misión de educación superior cristiana
Estamos comprometidos con la educación cristiana, a través de la cual los hombres y las mujeres son equipados para vidas de servicio cristiano. En nuestros seminarios, colegios bíblicos, colegios y universidades, estamos comprometidos con la búsqueda del conocimiento, el desarrollo del carácter cristiano, y la preparación de líderes para lograr nuestro llamado divino de servir en la iglesia y en el mundo.

La educación superior cristiana ocupa un lugar central en la misión de la Iglesia del Nazareno. En los años iniciales de la Iglesia del Nazareno, se organizaron instituciones de educación superior cristiana con el propósito de preparar a hombres y mujeres de Dios para el liderazgo y servicio cristiano en el avance global del avivamiento wesleyano de santidad. Nuestro compromiso continuo con la educación superior cristiana a través de los años ha producido una red mundial de seminarios, escuelas bíblicas, colegios y universidades.

Nuestra misión de educación superior cristiana proviene de lo que significa ser el pueblo de Dios. Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente. Por lo tanto, debemos ser buenos mayordomos en el desarrollo de nuestras mentes, nuestros recursos académicos y la aplicación de nuestro conocimiento. Alumbrados por esta verdad, estamos comprometidos con la búsqueda abierta y honesta del conocimiento y de la verdad, junto con la integridad de nuestra fe cristiana. La educación superior cristiana es el escenario para el desarrollo de la mayordomía de nuestras mentes. Su intención es ser un escenario caracterizado por la discusión y el descubrimiento de la verdad, y del conocimiento acerca de Dios y su creación.

En la educación superior cristiana, la fe no es compartimentada, si no que es maravillosamente integrada con el conocimiento a medida que la fe y el aprendizaje se desarrollan juntos. Toda la persona es cultivada por completo, con cada área de pensamiento y vida comprendido en relación al deseo y diseño de Dios. El carácter cristiano y equipamiento de lideres cristianos para el servicio en la iglesia y en el mundo se forjan en el contexto de aprendizaje acerca de Dios, la humanidad y el mundo. Este compromiso con la educación superior cristiana para la formación holística de la persona es critico para el desarrollo de hombres y mujeres cristianos para el liderazgo misional en la iglesia y en el mundo.

Como un pueblo redimido llamado a vivir a la semejanza de Cristo y enviados a ser agentes del amor de Dios al mundo, participamos con Dios en la obra de redimir a la humanidad. La educación superior cristiana contribuye significativamente a nuestra habilidad de cumplir nuestra misión y es necesaria para el servicio efectivo a Dios en nuestras diversas vocaciones. Nuestra fiel participación en la obra redentora de Dios requiere que levantemos a hombres y mujeres de Dios que puedan asumir su rol como líderes siervos cristianos en la iglesia y en el mundo.

El mundo al cual estamos llamados a servir se está convirtiendo cada día más estrechamente conectado y profundamente complicado. En la medida en que la obra redentora de Dios avanza en las generaciones presentes y futuras, nuestro testimonio fiel del señorío de Cristo y nuestra participación efectiva con Dios en la edificación de la iglesia seguirá requiriendo de nosotros un compromiso vital con la educación superior cristiana.

Todas las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright©1999 por Bíblica, Inc.
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Nuestros artículos de fe representan nuestras creencias esenciales y contienen las verdades fundamentales que guían cada aspecto de nuestra práctica.

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Estas son las creencias que los nazarenos afirman como verdad

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